Las organizaciones inteligentes dominan los principios fundamentales clásicos de la empresa; es decir, temas como la estrategia, el marketing, las finanzas y la tecnología, las llamadas ciencias de decisión. Pero la inteligencia no es más que la mitad de la ecuación. Y, sin embargo, ocupa la mayor parte del tiempo, de la energía y de la atención de muchos ejecutivos. La otra mitad de la ecuación, que se suele descuidar ampliamente, es la que tiene que ver con la salud de la organización en su conjunto.
Una buena forma de averiguar si una empresa es saludable es buscar las señales que lo indican. Estas incluyen confabulaciones y confusión mínimas, altos grados de moral y productividad, y un nivel de rotación muy bajo entre los buenos empleados. En pocas palabras, una compañía es sana cuando es coherente, clara y completa, y su gestión, operaciones y cultura van unidas.
La salud de la organización es un multiplicador de la inteligencia. Cuanto más sana es una organización, más capaz de aprovechar y utilizar su inteligencia.
¿Qué tiene que hacer una organización para gozar de una buena salud? Tiene que dominar cuatro disciplinas, que explicaremos a continuación:
Crear un equipo de liderazgo cohesivo.
Crear claridad.
Sobre Comunicar la claridad.
Reforzar la claridad.